Coca-cola en los senos
y tu mente abigarrada,
como siempre.
Soy como un eterno boxeador
saltando sobre un ring,
que es el cielo o tu cama.
El hombre del megáfono
me transita los días feriados.
Y entre sus gritos
me habla de vos.
Del sexo marcado como un libro.
De la niebla inconsciente de los ojos.
O de la marea madrugadora
que revienta siempre que escuchás Serú Girán.
Si las arañas fueran esquivas,
creerías que es en serio, eso,
que me alejo.
Si el foco se prendiera una vez más,
desafiarías al delfín que crece en mi cabeza.
Podrías enfrentar a los molinos de viento,
o caer bajo un tren.
Y ahí, como muerta,
fijarías por siempre la cara del maldito maquinista.
Esa cara de estúpido
que siempre tengo
cuando me levanto con el pie izquierdo.