Procesando...
Desde Mendoza, región de Cuyo de la República Argentina, hemos instalado esta revista.
Una más, apenas, entre una constelación de proposiciones semejantes. Pero, al mismo tiempo, inconfundible y solitaria, como una estrella que pronuncia, débil y aún dudosa, su primera luz. Su sitio de gestación es un oasis hecho por el hombre en medio de un desierto soleado y pedregoso. Quienes la pensamos vivimos al pie de montañas donde suele caer nieve. Detrás de ellas emerge el cerro más alto de América, el Aconcagua, que significa, en el idioma de nuestros antepasados indios, "centinela de piedra". Y en nuestro sueño, vertebral de alturas.
Españoles, italianos, franceses, nos enseñaron a cultivar la vid y a producir su néctar de palabras blancas y moradas. Sin embargo, para llevarlas hacia el mar debemos viajar mil kilómetros o cruzar la cordillera de los Andes y dejarnos caer en una pendiente caracoleada, que describe, entre el agua y sus verdes contornos, dibujos insondables, llamados a morir, indefectiblemente, en el océano Pacifico, envolviendo, en los veranos de Isla Negra, como si fuesen una red de manos arboladas, la casa de Neruda.
Además del fútbol, que en Argentina es el deporte nacional, los cuyanos tenemos aficiones menos rumorosas: el ciclismo, el ski, el remo (en embalses o lagos), el rafting (en ríos que bajan de las montañas), el andinismo, o el hockey sobre patines. También nos gusta almorzar en familia, retener a nuestros hijos todo el tiempo que nos sea posible, y cortar el día con una siesta que revenga, en el comienzo de cada tarde, los milagros del amanecer.
Pero también somos buscadores de nuevas realidades. Así hemos proyectado hacia el mundo, la plástica cinética de Julio Le Parc, los poemas de Armando Tejada Gómez, la prosa lujosamente austera de Antonio Di Benedetto, o las andanzas de Mafalda, la niña siempre prodigiosa de Joaquín Lavado (Quino). Ambientada en estos ejemplos, no concebimos a ALPHA como un modelo "regional". Nuestro lugar de miras es el mundo. Sólo que visto desde aquí. La mayor parte de lo creativo que habremos de mostrar, los estudios y opiniones que podamos ofrecer, lo serán desde nuestra propia e irrenunciable perspectiva, como si quisiéramos repetir, en tanto pueblo que se expresa e indaga entre otros pueblos, la identidad que cada hombre tiene entre otros hombres. Su rara semejanza.
Afinidades y rechazos que persisten sobre las distancias y el tiempo, constituyen el centro de una perpetua actividad del arte y la literatura como expresiones modificadoras del mundo. Y dentro de la cual, hasta una simple, ignota, lejana revista -igual que la vigilia de los navegantes-, participa.